02 sep 2015
Crecimiento verde en el contexto de la realidad chilena

Las estrategias de organismos internacionales en cuanto a “Green Growth” (OECD) y “Green Economy” (PNUMA) tienen sus matices, pero ambas van más allá del puro enverdecimiento de la industria (mercado ambiental) y apuntan a que el crecimiento económico sea fruto de fuertes inversiones en la reconversión ecológica de todos los sectores productivos mediante procesos y productos que permitan reducir los impactos negativos en el medio ambiente, el uso eficiente de los recursos naturales, y la disminución de las emisiones de carbono. Además, deberían crear empleos y fomentar el bienestar de la sociedad y la equidad social. En cuanto a la génesis de esas estrategias, cabe recordar, que para el PNUMA (2008) fue la respuesta a las “3F´s crises (financial, food and fuel) y la OCDE (2009) la consideró “the way out of the crisis”.



Chile firmó en el 2009 la Declaración sobre Crecimiento Verde de la OCDE, siendo en ese mismo año, país candidato para ingresar en dicho organismo. Con su incorporación oficial a la OCDE en 2010, Chile reafirmó su compromiso con la Estrategia de Crecimiento Verde, lo que llevó en 2013 a la elaboración y publicación de su propia Estrategia Nacional de Crecimiento Verde. Dicho documento contiene más de 30 acciones específicas en el marco de los ejes estratégicos “implementación de instrumentos de gestión ambiental”, “fomento del mercado de bienes y servicios ambientales” y “seguimiento y medición”. Para poder cumplir con los principios, objetivos y líneas de acción, la estrategia propone que la transición hacia una economía más verde debiera realizarse en el marco del compromiso de Chile con el 10YFP, el marco decenal de programas de las Naciones Unidas para el Consumo y Producción Sostenibles adoptado en Río+20.

Sin embargo, y a pesar de los significativos avances, el camino de Chile hacia el desarrollo sostenible, cuyo horizonte es el equilibrio entre lo económico, lo ambiental y lo social, resulta aún bastante cuesta arriba. Cabe destacar aquí que el crecimiento verde tiene marcadas diferencias con el desarrollo sostenible (desarrollo es más que crecimiento) y que, a la postre, todo crecimiento material implica mayor impacto ambiental. Señalar asimismo, que el crecimiento del PIB, no siempre garantiza un aumento del bienestar humano, a menos que los procesos de ecoeficiencia puedan amortiguar el impacto ambiental.

La situación socioeconómica de Chile
Durante la última década, Chile ha sido uno de los países de América Latina con mayor crecimiento económico (2004-2008: 4,8%; 2010-2013: 5,3%), bonanza que ha permitido mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. El crecimiento del PIB de solo un 1,9% en 2014 es ante todo la consecuencia de la caída del precio del cobre, fundamentalmente por la menor demanda de China. Este commodity, que significa anualmente alrededor del 55% del total de las exportaciones, aporta al Fisco más del 20% de los ingresos totales cada año. La desaceleración económica no solamente podría hoy retrasar el proceso iniciado de reformas estructurales, sino también la transición hacia una economía más verde.

«... los ingresos del 10% más rico son 26 veces más altos que los del 10% más pobre.»


En cuanto al PIB per cápita de los 17,7 millones de chilenos, Chile cruzó en 2013 con US$ 21,714 el umbral que se considera clave para que un país emergente se convierte en un país desarrollado (2014: US$ 24,000 frente al promedio de los países de la OCDE de US$ 44,290). Sin embargo, la desigualdad de ingreso es enorme. Según la OCDE, “los ingresos del 10% más rico son 26 veces más altos que los del 10% más pobre”. Un estudio, basado en datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) para 2013, señala que el 70% de los trabajadores gana menos de 426.000 pesos líquidos, equivalentes a US$ 617 (1 dólar = 690 pesos). A parte de que la consciencia ambiental de los chilenos es aun relativamente baja, muchas familias no tienen la capacidad económica de pagar un precio mayor por productos ecológicos. Así, por ejemplo, la compra de huevos de gallinas “felices” versus huevos de gallinas enjauladas e s aún una decisión elitista. Esta realidad debe ser considerada en el debate de los actores involucrados respecto al crecimiento verde o, en relación al consumo y producción sustentables (1). Una mayor equidad económica y social es clave para transitar hacia una economía verde. Más aún, y dado que la degradación ambiental y la contaminación afectan en mayor grado a la población con menor bienestar socioeconómico, el camino hacia la sustentabilidad también debe incorporar la equidad ambiental, eje señalado en el Programa de Gobierno 2014-2018 de la Presidenta Bachelet.

Avances y desafíos en crecimiento verde
La consideración de la dimensión ambiental ha llevado al desarrollo de un moderado “mercado ambiental”, que sin embargo, presenta buenas perspectivas de crecimiento y la generación de empleo cualificado, dado los problemas ambientales del país. Se observa en los últimos años una mayor preocupación –tanto del sector público como del sector privado– por este ámbito, que se manifiesta, entre otros aspectos, en inversiones para prevenir y/o corregir los daños ambientales. En este contexto, cabe destacar que Chile no tiene el first mover advantage, es decir, el primero que se mueve, gana, como ocurrió con los países líderes en tecnología ambiental. Por tanto, Chile requiere importar prácticamente el total de su tecnología ambiental, con los consiguientes altos precios que tiene que pagar el país.

Por parte del sector público, los esfuerzos se concentran en la implementación de Planes de Descontaminación Atmosférica, el Proyecto de Ley de Biodiversidad y Áreas Protegidas, el Proyecto de Ley Marco para la Gestión de Residuos y la Responsabilidad Extendida del Productor, la implementación de impuestos verdes para vehículos nuevos y termoeléctricas a carbón, la elaboración del Programa Nacional de Consumo y Producción Sustentables, la implementación de la Estrategia Nacional de Construcción Sustentable, el Plan Nacional de Turismo Sustentable, y el Plan Nacional de Cambio Climático. La contribución de Chile a las emisiones de CO2 registró un 0,26% en 2011. Sin embargo, el conjunto de los GEI ha crecido fuertemente en los últimos años. Y sobre todo, Chile es muy vulnerable a las consecuencias del cambio climático, debido a su larga línea de costa de 6.435 km. En el contexto de una economía baja en carbono, el gobierno de Chile ha adoptado metas muy ambiciosas: el 20% de las Energías Renovables No Convencionales (ERNC) en la matriz energética para el año 2025, y el 20% de Eficiencia Energética también para el año 2025. Sin olvidar, que todas las acciones señaladas implican potencialidades para la generación de empleos verdes.

A pesar de todas las políticas y acciones concretas, el gasto público en protección ambiental a nivel central alcanzó solo unos 260 millones de dólares en 2012, cifra equivalente al 0,1% del PIB en ese año. En relación a los gastos del sector privado, no existen datos al respecto.

En cuanto al sector privado, cabe destacar, que en los últimos años se ha producido una creciente inserción de Chile en la economía mundial, potenciada ésta por los Acuerdos de Libre Comercio (firmados con más de 60 países). En un futuro próximo, los productos del país (agricultura, fruticultura, salmonicultura, vitivinicultura, etc.) van a llegar a mercados con más de 3.000 millones de potenciales consumidores. Muchos de ellos se preocupan de su salud, de la calidad, del medio ambiente y de las condiciones laborales, y por tanto, se informan y exigen productos sustentables. En este contexto, en los mercados internacionales existen fuertes competidores, de allí, las certificaciones de la huella de carbono, de la huella de agua, las eco-etiquetas de diversa índole, reportes de sustentabilidad, etc., están adquiriendo una creciente importancia para las empresas exportadoras chilenas. Es un punto muy importante, es decir, la presión no la ejerce la sociedad civil, sino los mercados internacionales, la competitividad existente en los mismos, asunto clave para que las empresas chilenas consideren aspectos de sustentabilidad.

Otros desafíos se circunscriben a reducir la dependencia de Chile respecto a la exportación de sus materias primas. La eficiencia racional en cuanto a materias primas incluye la extracción, el uso y la eliminación del recurso. Sin embargo, el país no tiene ninguna influencia respecto al uso eficiente y la eliminación final adecuada de sus commodities. Además, dicha dependencia hace al país muy vulnerable respecto a las crisis económicas globales.

Chile requiere la diversificación de sus productos; requiere crear valor añadido mediante el uso de sus materias primas en la fabricación y posterior exportación (por ejemplo, considerando la amplia gama de productos de madera); requiere adaptar toda su producción a los desafíos de la sustentabilidad. Sin embargo, los gastos en I+D (sectores público y privado) son el 0,39% del PIB (promedio OCDE: 2,5%). La eco-innovación, a pesar de algunas iniciativas destacables (como por ejemplo, la creación de una calculadora para el sector de la construcción que informa sobre el ciclo de vida de los materiales empleados), aún no es un tema país.

Finalmente, cabe señalar, que en Chile el concepto de crecimiento verde es aún bastante desconocido y a veces malentendido. Muchos actores públicos y privados lo perciben únicamente bajo el prisma de los costos, y no desde el punto de vista de las oportunidades. Resulta más fácil referirse al concepto de consumo y producción sustentables, que por cierto, ambos enfoques se solapan en muchos aspectos.

Alwine Woischnik
Doctora en Ciencias Económicas y Sociales / Universidad de Nuremberg, Alemania
Co-autora del informe Chile´s Pathway to Green Growth y asesora experta de la Estrategia Nacional de Crecimiento Verde (ambos documentos publicados por la OCDE)
Miembro de ASYPS

TRIBUNA 03

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